Habitáculo

Catalina Fernández

En una habitación oscura, sin ventanas y con la puerta cerrada, una extraña presencia se manifiesta sobre la superficie de una pared. Emerge un agujero pequeño del tamaño de una moneda, un estenopo que posibilita el ingreso de la luz. El orificio y la total oscuridad favorecen la proyección de algo que en el argot popular se considera improbable: la figura invertida de lo que se encuentra afuera. Entonces se ilumina lo necesario para que entren las cosas de afuera sobre las superficies que permanecen adentro.

El habitáculo de la penumbra aborda el principio fotográfico de la cámara oscura. No requiere de herramientas sofisticadas para que el dispositivo se active y funcione. El procedimiento es elemental. Solo necesita que, durante el día, el sol decida arrasar la sombra que cualquier objeto pudiera generar. En el pasado ya la habían pensado, los pintores ya la habían aprovechado, la tecnología ya la había apropiado.

No obstante, en este caso particular, la cámara oscura es significativa porque la luz del cenit afecta la intimidad, transforma el espacio y la piel, desvela la importancia del pigmento luminoso sobre los constructos interiores. Se trata de pensar en esa caja de luz como una pintura impresionista cuya materia es capaz de tocar cualquier objeto.

‘Habitáculo’ pretende cuestionar las nuevas posibilidades de creación que emergen en un mundo consternado por el encierro. La propuesta se concreta a partir de composiciones realizadas en tiempos de cuarentena y de la construcción de cámaras oscuras en diferentes lugares de la ciudad de Bogotá.