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Un horizonte positivo

Un horizonte positivo


Nathalie Guio                                                                                                                                                                                          En blanco

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Valentina Gutiérrez en conversación con Nathalie Guio 

Valentina Gutiérrez Turbay: Las imágenes de este proyecto me intrigan porque funcionan como un portal entre la realidad y la imaginación o los sueños. En parte por el paisaje que decidiste retratar, que para nosotros los nacidos en el trópico existe más que todo en la imaginación y por otro lado, por tu trabajo en el cuarto oscuro. Un horizonte positivo es una pregunta por la fotografía y la representación de la realidad. ¿Por qué sentiste que era necesario ampliar las fronteras del medio?, ¿en qué momento lo real dejó de ser satisfactorio?

Nathalie Guio Reyes: Creo que hay que escuchar la mente interna, las vísceras y, de alguna manera, para mí todo tiene que ver con la alineación entre mente, cuerpo y espíritu hoy. Lo real no ha dejado de ser satisfactorio, lo superfluo sí. Es de ahí de dónde surge el interés por mirar el medio desde otro lugar, que no deja de ser real, aunque toque partes de la realidad desde un espacio no representacional, que es distinto. 

Cuando hablo de alineación, me refiero a un estado de meditación que aparece como una respuesta necesaria a la sobreabundancia de imágenes y su exacerbada producción. Internamente es como si la rueda se hubiera detenido para realmente observar, ahí se deconstruye el mundo porque aparecen preguntas, dudas sobre la realidad y su representación, sobre el valor emocional de las imágenes. Todo nace de una respuesta emocional y mental y de la necesidad de expresarla estando presente. Acá hay una declaración pero también una pregunta abierta, como dices tú, que sin planearlo apareció. Las abstracciones hechas en el cuarto oscuro de color eran un ejercicio de experimentación, de deconstrucción de lo que conocía como fotografía, con el fin de entender qué es la fotografía desde lo más básico; un proceso absolutamente íntimo que se convirtió en una práctica manual de hacer fotos sin cámara, en la que lo real no está afuera sino adentro. Fue en ese contacto conmigo misma - donde la concentración es tan importante - que algo detonó: una declaración sobre las posibilidades de la imagen fotográfica. 

VGT: Me gusta lo que dices sobre la abundancia de imágenes en este momento y sobre cómo la construcción de estas imágenes ha devenido en algo tan sofisticado y complejo que más que respuestas, cada imagen nos hace preguntarnos por los mecanismos utilizados para crearla. ¿Esperas el “instante decisivo” o construyes tus imágenes entre la puesta en escena y la posproducción?

NGR: Yo creo ante todo en la respuesta emocional y no intelectual frente a las imágenes. Si sientes que te conectas con lo que ves, no hay preguntas que valgan sobre técnicas y mecanismos sobre cómo se produjeron. Si funciona, funciona. Y es una respuesta personal e intransferible. Ahora bien, empecé a pensar que esto no solo aplica a la mirada del espectador sino también atraviesa el proceso de creación. En mi caso, lo que me está conectando con lo que hago es estar de por medio entre lo que produzco y cómo lo produzco. A eso me refería con estar presente. Así como el estar presente durante el proceso físico de producir. No tengo respuesta de si es el “instante decisivo” o en la puesta en escena tal vez sea todo y al mismo tiempo.

VGT: También me interesa ahondar un poco en el tema técnico. ¿Siempre has trabajado con fotografía análoga?, ¿cuál es tu opinión sobre las limitaciones y posibilidades de lo análogo y lo digital?

NGR: Siempre trabajé digital, pero tuve cámaras análogas. Estando en Nueva York, y en ese proceso de estar aprendiendo color, me encontré con una Rolleiflex en ganga. Es una cámara muy antigua de formato 6x6¨. Ya había descubierto e interiorizado que el color análogo es más poderoso que el digital y no dudé en comprarla. Siempre le huí a lo análogo porque pensaba que las buenas fotos son buenas, no importa con qué estén hechas. Para mí, el medio no importa, lo que importa es la mente detrás, la conciencia que se manifiesta en lo que se hace. Así que todo es permitido. Pero si creo que hay limitaciones entre lo digital y lo análogo. Lo análogo es contacto directo con la luz, en cada una de las partes del proceso. Lo digital no. La densidad del color análogo es de otro nivel que no se logra con lo digital, el tiempo en el proceso análogo te lleva a re pensar las imágenes, que para mí es clave. Todo es más lento. Te preguntas, ¿Es bueno lo que estoy produciendo?, ¿o soy una máquina de hacer imágenes? Y de todas maneras no niego que es posible que vuelva a tomar fotos con digital. Pero por ahora estoy en busca de un cuarto oscuro de color en Bogotá y ha sido muy difícil. Creo que la Javeriana tiene uno pero no me lo prestan por no ser egresada de la facultad de Artes. Sobre las posibilidades de lo digital y de lo análogo son infinitas, todo está por hacer. 

VGT: Cuéntame bien cómo fue el proceso para llegar al cuarto oscuro de color y cómo es que trabajas para llegar a estos colores.

NGR: ¡El proceso para llegar al cuarto oscuro fue duro! Soy de una generación digital que conoció de pasada lo análogo. Yo trabajaba netamente con fotografía digital, sobre todo por la economía del proceso. Estudiar y vivir en Nueva York fue el comienzo de la búsqueda de lo análogo.

Para aprender a imprimir fotografía digital a color tienes que saber imprimir en el cuarto oscuro de color. Yo estaba reacia a ese proceso porque me parecía anacrónico, medio arcaico. Yo la verdad no quería aprender este proceso pero hay algo en el color que es sencillamente encantador, entonces me metí a la clase de Darin Mickey quien fue impresor de Gregory Crewdson y Philip-Lorca diCorcia entre otros, en los inicios de sus carreras. Es muy difícil lograr la técnica porque el cuarto oscuro de color es completamente oscuro. Tienes que confiar mucho en tí y dejar a un lado la torpeza. Ampliar las fotos es un proceso de prueba y error con la manipulación de tres filtros: el cyan, el magenta y el amarillo, que tienen una relación inversa con los colores que producen en positivo. En el cuarto oscuro manipulas negativos que al ser impresos se vuelven positivos. Es decir, el amarillo en positivo es azul y el azul en negativo es amarillo. Si una foto salió muy azul tienes que volver al cuarto oscuro y hacer una prueba bajando el amarillo. Así hasta que logras la foto ideal. Una vez abrí una caja de papel a plena luz del día por error y se me veló todo el papel, pues cuando el papel de color toca luz natural se vuelve azul. Es como el azul de las abstracciones de “Un horizonte positivo”. Yo guardé entonces este papel velado porque me parecía que tenía algo.

Luego de un tiempo, y de experimentar frustración porque me parecía tedioso tanto tiempo en un cuarto oscuro para imprimir una foto que se ve igual en digital o hasta mejor, quise saber hacer colores concretos. Quería ver un amarillo, un rojo, un verde, un azul, puros, me enloquecí por querer ver colores. Al principio no sabía qué hacer con ellos, sólo los guardaba porque me encantaban. Hasta que un día una foto de 6x6¨ ampliada salió complemente subexpuesta, negra. ¡Era un cuadrado negro y me encantó! En ese momento tenía un cuadrado negro de 6x6¨ y una caja de papel azul cielo velada y ninguna foto bien impresa. Me pareció que había un cielo y un mar si las juntaba. Y así fue que nació “Exposed”, una serie de fondos negros y cielos, pisos, etc., donde además corté a mano milímetro a milímetro toda la superficie. Estaba entrando a otro terreno que no era la fotografía, pero sentía que era consecuente con lo que vivía.

VGT: ¿Cómo pasas de esos primeros experimentos a esta serie? 

NGR: Gracias al misterio que es la vida, me contrataron para ir a Groenlandia en dos oportunidades. Y fue allí donde se detonó “Un horizonte positivo”. Se ataron los cabos de esta colección de papeles de color y las fotografías 6x6¨ que tomé allá. Todas las casas de Sisimiut y Nuuk son de colores. Y así como lo percibiste, la imaginación aparece. Groenlandia es un lugar imposible de traducir y hablar de este país es un intento fallido por describir algo que sólo el cuerpo cuando lo vive entiende, así que hacer un diario de viaje parecía insuficiente, por no decir aburrido. Estando en Colombia entendí que todo era parte de lo mismo: las abstracciones y los paisajes. Hay una relación directa no sólo entre el formato y la técnica, sino lo emocional y mental como respuesta a la experiencia del cuerpo al estar allá. No le quiero poner nombres a las cosas, o describir algo. Acá lo que hay es una búsqueda de alinear mente, cuerpo y espíritu a partir de lo que resuena como cierto durante el proceso.

VGT: El contraste entre la nieve y los colores de las casas es impresionante. 

NGR: Este tipo de arquitectura la llevaron los daneses en la conquista. Todo el paisaje es blanco en invierno y las casas de colores son un diferencial dentro de las montañas y fiordos. Así que tiene una función de ubicación y creería que también tiene un sentido existencial para mantener la energía y el ánimo de la gente en este clima tan extremo. En “Un horizonte positivo” no trato en ningún momento de recrear esto, sólo es una observación de forma y relación que puede existir, pero no me interesa dirigir la mirada hacia allá.

Lo que sí me interesa es explorar cómo el color activa partes del cerebro y de las emociones. ¿Qué me pasa cuando veo un amarillo, un verde, un magenta?, ¿cómo respondemos a estos estímulos? Al trabajar con la materia básica de la fotografía análoga: la luz y el papel fotosensible, los sentidos adquieren un poder tremendo; el tacto y la vista se manifiestan en su máxima expresión al manipular estos colores guiados por la intuición y la respuesta. Confío en que existe una línea invisible que sostiene las imágenes cuando se ponen en conversación con las de Groenlandia y que esa línea lleva a pensar en otros temas relacionados con el paisaje, con la imagen, con el contexto y es el público el que completa esa conversación. 

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