Flor María Bouhot
Bogotá, Colombia (1949)
Artista nacida en Bello Antioquia, inició su trayectoría desde el mostrador del negocio familiar donde empezó su análisis del orden social y su interés por personajes, espacios, aromas, vivencias e imágenes a su alrededor. Su pintura se caracteriza por usar un círculo cromático vibrante basado en los colores primarios. Sus obras son emotivas, pasionales y sumamente íntimas. Retrata cuerpos fuera de los cánones y de los estereotipos. Mujeres desnudas, completas y poderosas pintadas desde la visión de una mujer. Lejos de perpetuar y continuar la visión masculina donde son objetos de deseo, los pinta como sujetos deseantes. Se atrevió a pintar nuevas identidades, sus personajes son tan variados como los habitantes de su patria: blancos, negros, homosexuales, travestis, prostitutas, transexuales.
Flor María Bouhot es una artista antioqueña que ha desarrollado una carrera de casi cinco décadas a través de la pintura. En la vida de Bouhot dos lugares resultaron fundamentales para desarrollar su obra: por un lado, Puerto Berrío, municipio a orillas del río Magdalena en el que la artista viviría en la adolescencia y en el que, en sus propias palabras, vería todo el color. El otro es el barrio Guayaquil del centro de Medellín, un lugar que durante buena parte del siglo XX concentró la decadencia y el inframundo social de la ciudad. En este barrio Bouhot conocería a sus primeros protagonistas: borrachos, prostitutas, homosexuales, travestis, gamines, amantes furtivos o prohibidos. Es así como ella decide retratar este universo desde la experiencia, visitando estos lugares y fotografiando clandestinamente a quienes allí se encontraba. Pero también lo hace desde la imaginación, ya que crea ficciones en torno a quienes habitaban dicho barrio valiéndose, en muchos casos, de imágenes provenientes de revistas pornográficas que veía para poder darle forma y rostro a estos personajes. Al sentirse atraída por los sucesos, lugares y sujetos que allí se encuentra y decidir convertirlos en el tema de su pintura, Bouhot hace gala de su capacidad de observación ya que identifica en estos un poder, una energía y un movimiento vital por los que adquiere una fascinación casi voyerista. Consciente de la contradicción que supone, Bouhot decide visibilizar esta paradoja mediante el color: colores brillantes, fuertes y estrafalarios que traducen, sin enmascarar, la marginalidad de lo retratado en vitalidad. Esta misma filosofía seguirá presente en series posteriores como Carnaval, Bastones de Mando o sus bodegones -naturalezas que poco tienen de muertas- en donde la artista reitera su intención de extraer, más allá de la apariencia, la fuerza de la naturaleza que se desprende de cada cuerpo, objeto o espacio que ella ve para presentársela al espectador por medio del color y la composición.
Serie Los Amantes
En la Medellín de los años 80 los artistas ya habían explorado lugares como los prostíbulos y las personas que los concurrían. ¿Qué hace diferente a Flor María Bouhot y su serie Los amantes? Que era mujer. Flor María entra a plasmar cuerpos desnudos desde una visión completamente distinta, desde una visión contestaría, íntima y vibrante. La política sexual se ve trastocada, la fuente de goce ya no es solo la mujer, sino que lo son también los hombres y las relaciones homosexuales. El hombre ya no ocupa exclusivamente la posición dominante, sino que también se entrega al deseo; la mujer ya no está solo para ser mirada y gozada, sino para convertirse en un sujeto deseante. Todo lo anterior, lo logra a través de una composición en primer plano y pintando, en el fondo, papeles de colgaduras llenos de símbolos que brindan un entorno lleno de sensualidad e intimidad. Asimismo, por medio del uso de colores primarios reverbera los sentidos del espectador al crear pieles vibrantes con tonos dinámicos.
Esta serie fue empezada por Bouhot en 1984 aproximadamente y retrata a parejas en medio de situaciones eróticas y/o sexuales. La obra es una oda a la naturaleza, significado que se hace visible gracias a los tres elementos que la componen. El primero es el fondo de la escena: una referencia a la forma como eran decoradas las paredes de los lugares del centro de Medellín que ella frecuentaba en donde usaban tapices y papeles de colgadura que asemejan motivos orientalistas o el estilo medieval del millefleur. Sin embargo, Bouhot no trae esta referencia solamente con un fin compositivo. En este caso en particular, podemos observar a un par de carneros enfrentados en torno a un árbol, representación iconográfica clásica del árbol de la vida en las culturas del Antiguo Oriente Próximo. Este símbolo es usado de forma común en diferentes religiones para representar la fuerza vital y creadora de la naturaleza. Un segundo elemento es la pareja protagonista de la obra, la cual se encuentra en el clímax del acto sexual. En este caso Bouhot reitera, como en los demás cuadros de la serie, su entendimiento del sexo como un acto derivado del afecto, el deseo y la atracción carnal inherentes a la naturaleza humana. El color azul del hombre al que alude el título es un guiño humorístico que puede referirse, por un lado, a la palidez propia de la muerte, manifestación física del nivel de excitación expresada en la cópula; o por el otro, puede entenderse como una señal de vergüenza derivada del no poder satisfacer sexualmente a la otra persona. Cualquiera de los dos escenarios le sirve a la artista tanto para desidealizar el rol masculino dentro del acto sexual, así como para poner a la mujer en una posición de poder en medio de esta situación al concederle un rol activo dentro del ejercicio de su sexualidad. Finalmente, el último elemento es la colcha sobre la que reposan los amantes la cual se inspira, de acuerdo con Bouhot, en formas de arte textil de comunidades indígenas como las molas kunas o el arte huichol. En estas, dichas comunidades recogen y transmiten tanto su cosmogonía como su cotidianidad a través de figuras de plantas, animales y seres mitológicos hechos con un sistema de patrones basado en líneas y otras formas geométricas.
Serie Instancias del éxtasis
Flor María Bouhot trabaja desde los límites, desde los bordes de lo femenino y lo masculino. Busca reflejar cuerpos que escapen a los estereotipos y a los cánones de la representación. A partir de está exploración, crea la serie Instancias del éxtasis, en la que retrata mujeres libres de fragmentaciones, que son pintadas de pies a cabeza. Son mujeres que se desvisten no solo de sus ropajes, sino de los cánones, los clichés, los ideales y del lenguaje pornográfico que favorece la visión masculina. Las encontramos en espacios íntimos, solas en su mundo con las sensaciones y emociones que las acompañan. No obstante, no solo vemos mujeres, vemos otras identidades: homosexuales y transexuales que desarman la dicotomía del género y los límites de lo femenino y lo masculino.
Serie Sinfonía de Guayaquil
A finales de los años 70 e inicios de los 80, Flor María Bouhot inició un proyecto fotográfico del barrio Guayaquil, Antioquia. Capturó un universo de colores lleno de decadencia, calor, muerte, vida, tristeza, alegría y hambre. Exploró los bares y las personas que se encontraban en la oscuridad, los que no querían ser vistos y que nadie quería ver. Lugares llenos de olores, colores y sabores. Asimismo, se interesó por el sentido etnográfico de los lugares que visitaba en sus excursiones, retrató las figuras geométricas de los espacios, los logos, letreros, motivos y caligrafías.
Esta pintura retrata a Greta, una trabajadora sexual, y al Pispo, un perro callejero. De acuerdo con Bouhot la intención de retratarlos de forma conjunta no derivó de algún tipo de vínculo existente entre los personajes de la vida real en los cuales ella se inspiró para hacer la obra. Entonces, si no existía ningún tipo de relación entre la Greta y el Pispo de carne y hueso, ¿por qué retratarlos juntos y hacer hincapié en ambos en el nombre de la obra? La respuesta remite a los elementos en común entre estos sujetos: ambos son seres desprotegidos, marginalizados y cuya supervivencia depende esencialmente de la calle. Sin embargo Bouhot, siendo consciente de esto último, decide no retratarlos en ese escenario natural para ambos sino que lo hace dentro de un espacio interior cubierto con un tapete lo que dota, por contraste, de una dignidad particular a sus personajes. En cualquier caso, este ejercicio no es un intento de la artista por esconder la realidad. En una lectura del cuerpo que hoy resulta problemática pero que era consecuente con la mentalidad de la época de producción de la obra, Bouhot visibiliza a través de la corporalidad de Greta las señales que evidencian su deterioro y descuido: un cuerpo gordo, una pierna inflamada que revela algún tipo de enfermedad o dolencia, un pelo escaso y ajado y un rostro con unos rasgos desfigurados. Estas señales contrastan con otros detalles como la estetización de su cara por medio del maquillaje o el uso de un vestido ceñido y revelador, aspectos que demuestran la persistencia de Greta por hacer de su cuerpo un objeto de deseo sexual y con ella, la manifestación de que el trabajo sexual era, probablemente, su única alternativa de subsistencia. Un último detalle que llama la atención es que por intermedio de Pispo -forma popular de calificar a alguien como lindo o bonito- Bouhot nos muestra una faceta antagónica a la naturaleza hostil y agreste de la calle: la existencia de otras formas de belleza entre los seres que la habitan.
Serie Carnaval
El carnaval de Flor María Bouhot es un espacio utópico donde todo puede suceder, basado en el archivo documental de la artista del carnaval de Barranquilla y el de Río de Janeiro. Es una exploración de los límites y un pintar sobre los bordes del dolor y el placer, la vida y la muerte, la alegría y el drama. No obstante, a estos horizontes ya explorados en otras series, Flor María, en Carnaval, le suma la reflexión del mito y la historia, lo real y lo imaginario, lo que es y lo que parece, las transiciones y lo mutable. Nos encontramos con personajes retratados con una paleta salvaje, con cuerpos liberados por el éxtasis del baile y, también, con el nacimiento de nuevas figuras que transgreden las concepciones de lo masculino y lo femenino.