Delirio Carnal
Felipe Lozano
En el cristal líquido se insinúa un sinfín de figuras sensuales, a veces como tapiz, a veces como cenefa, a veces como la bóveda de la Capilla Sixtina. Algo se detona en mi interior a la vez que permanece suspendido. Es un estado, no momentáneo, de excitación. Y lo poco que se alcanza a materializar de ella es este líquido resbaloso. Está dentro de la pantalla, está dentro de mi cabeza, pero también sobre la superficie del lienzo y en la mancha pegajosa en mi ropa interior.
A la vez que el cuerpo se impacienta, con deseo carnal, la mente delira confundida por la obscenidad del modelo fragmentado, trastocado, desenfocado. Soy convocado a la aniquilación de la convención de mi deseo, desfigurado por una Inteligencia Artificial que ha devorado múltiples registros de desnudos y penetraciones. Me dejo asombrar por el misterio de sus creaciones. Me quedo fijado en la promesa de la alta resolución. Me excito sin carne a través de la visualidad. Y en el asombro mi excitación crece, pero no se extingue. No acudo a ella, como lo haría en mi intimidad, sino que me dejo seducir por el error, la falta de definición, y me encuentro completo, mente y cuerpo, invertido en la posibilidad de un sexo que se retracta, perpetuo en su incompletitud.
Texto de Juan Ruge.