El cuerpo de adentro
Leonel Castañeda Galeano

El cuerpo de adentro fue el proyecto de Leonel Castañeda Galeano desarrollado en Espacio El Dorado desde el 20 de febrero hasta el 22 de abril de 2016. La muestra estuvo instalada en tres escenarios y tres momentos que permitieron al espectador infinitas lecturas sobre la corporalidad, el tiempo y el uso de los objetos allí presentados.  En delicados collages, restos de cuerpos animales y extensiones corporales humanas, los rastros de vida el dolor del cuerpo convergen.

Al atrofiarse su valor de uso, las cosas, enajenadas, se vacían de contenido y se convierten en cifras simbólicas que atraen sobre sí significaciones. La subjetividad se apodera de ellas e introduce intenciones de deseo y de angustia. Puesto que aparecen como imágenes de intencionalidad subjetiva, las cosas segregadas se presentan como no perecidas y eternas. Las imágenes dialécticas son constelaciones entre las cosas extrañas y significaciones profundas, detenidas en el momento de la indiferencia entre muerte y significación.

Giorgio Agamben, Ninfas.

La condición de vestigio es dada por el desplazamiento, es decir, sucede cuando aquello que se vuelve obsoleto dentro de la economía social —por cierta condición de desgaste, de huella— luego permite inferir o deducir los rastros del tiempo en los objetos. Debe observarse como un gesto congelado —no separado totalmente de su subjetividad—, potencialmente misterioso y expresivo. En este contexto es que el objeto se hace deseable y se convierte en fetiche para ser resignificado.

La recolección de objetos vestigiales sucede en mercados callejeros del centro de Bogotá, donde la precariedad da lugar al reciclaje de lo que sea posible comercializar dentro de un sistema económico de superviviencia. En estos espacios se produce el encuentro de objetos que podrían ser considerados basura dentro de una escala de valores ya establecida, como pueden ser ejercicios de taxidermia correspondientes a trabajos de principiantes o empíricos, pieles y fragmentos de animales que no tienen ningún valor en el mercado especializado —ya que son prácticas elaboradas desde el desconocimiento de las técnicas apropiadas—, fajas para corregir el cuerpo a partir de las tensiones ejercidas en el mismo, las cuales —contrario a lo que se podría concebir— tienen una considerable demanda para su reutilización, a pesar de las huellas que dejaron otros cuerpos contenidos o que fueron causadas por las transformaciones realizadas en ellas, con el fin de ajustarse a la anatomía y a las fantasías de cada individuo.

Estos encuentros que van sucediendo con el devenir, dentro de un proceso permanente, otorgan atemporalidad a los objetos y evidencian los indicios del deterioro del cuerpo y las enfermedades, del dolor y la vejez, de la tristeza y la muerte, de la desdicha y la locura, del vicio y la pasión.

Como en un procedimiento científico, a partir de la observación directa de los fenómenos, de la experiencia y del análisis, se hace indispensable ordenar, clasificar y catalogar para así establecer las tipologías correspondientes a un universo caótico e informe, donde los objetos comienzan a dialogar entre la imagen y el objeto representado, entre lo imaginado y lo real, entre la ambigüedad y el artificio. Esta

traslación da origen al corpus que conforma la obra, donde a manera de archivo se organizan series en las que se perciben rasgos y gestos de lo humano y de lo animal que existe en ellos. Sin una función clara, dentro de un conjunto simbólico y visual se articulan relaciones aparentemente insignificantes, inconexas e inútiles que, sin embargo, se potencializan entre sí evidenciando el cuerpo como vestigio biológico, simbólico y social.

Un cuerpo desfigurado y deformado, sistemática y meticulosamente diseccionado, dispuesto para ser descifrado en la intimidad de su morbidez, dando lugar a un universo que de otra manera no tendría existencia y que sería simplemente acumulación.

Texto de Maria Toro.