Picurearse
María José Chica
Picurearse: escapar, fugarse, escabullirse, irse, marcharse, retirarse, evadirse, ausentarse, ahuyentarse, desaparecer, largarse, pirarse, evaporarse, abandonar, desertar, emigrar, zafarse, deslizarse. (RAE)
Esta serie de pinturas inspiradas en La Vorágine, y en archivos fotográficos de la época en que fue escrita, no son ilustraciones de un texto: es una lectura compartida.
Las palabras complementan las imágenes. La artista nos dice: abordé cuatro momentos de la ruta que Arturo Cova recorrió huyendo: El llano agreste, que desmitificó su ilusorio mundo burgués con sangre y fuego; el plan ciego de emprender un viaje a ninguna parte; la distorsión que surge de convertir el imaginario de la selva en una experiencia viva apabullante; y el testimonio de su periplo y de las barbaries de la explotación del caucho. Esta exposición es una reflexión sobre escapar sin retorno y sin reservas, a merced de las inclemencias del camino, del encuentro sin filtro, de la rudeza de lo desconocido y del miedo a detenerse.
En unas de las obras se reconocen los elementos de un mapa, de una cartografía. Sin embargo, están totalmente truncados. No permiten explorar, navegar, planificar o administrar.
Estos mapas truncados podrían articular la serie, sólo en la medida en que nos desconciertan, nos desubican y nos dicen que ese todo del que hacen parte, no tiene una intención aclaratoria. Desconcierto de Arturo Cova. Desconcierto colectivo.
Picurearse no es guía de territorio, ni de texto, ni de obra pictórica.
Podría decirse que estas obras representan el ejercicio contrario de la crítica (literaria): No aclara, fija, ni establece un texto, un recorrido, una lectura.
En ninguna de las pinturas hay perspectivas, ni paisajes. Si acaso, motivos a punto de desvanecerse. Violencia de los colores. De la superposición. De la imagen ampliada. El mito desplazando a la anécdota.
El manuscrito de José Eustasio Rivera como imagen. La corteza lacerada del árbol de caucho como texto.
Manigua, mapa, texto, sangre: elementos conocibles que se funden en una idea trágica.
Las imágenes nos confrontan, casi que nos absorben, imposibilitándonos tomar el lugar de observador o de observado. Tal vez sugiriéndonos que, en esta vorágine de nuestra historia, no hay manera de que tomemos la distancia del crítico. Somos acusados y acusadores. Víctimas y victimarios.
Texto Federico Torres