Pørtsik – Por el ojo de una aguja
Julieth Morales y Luz Adriana Vera

Inauguración: sábado 22 de octubre de 2017
Cierre: sábado 22 de diciembre de 2017

En el Anexo estarán en exhibición dos proyectos que, aunque son mostrados en el mismo espacio, surgen de trabajos curatoriales individuales. La obra PØRTSIK de la artista Julieth Morales, con la curaduría de Guillermo Vanegas, surge a partir de dos tipos de marginación a los que la artista se ha visto sometida: como indígena que habita en uno de los departamentos más racistas de nuestro país y como mujer nacida dentro de una comunidad empeñada en cercenar su agenciamiento político. El trabajo de Luz Adriana Vera titulado Por el ojo de una aguja estuvo acompañado por deCabeza curaduría, el proyecto atraviesa cuestionamientos e inspecciones respecto al cuerpo sexuado en un ejercicio de exploración en el que el espectador, la tradición católica y el bordado se instalan vigilantes en el espacio.


Destejido. Sobre algunos niveles de tensión en la obra de Julieth Morales.

Se llama así, en español. Vive en el Cauca, departamento hipersensible al racismo más sincero cuyos políticos promueven (desde siempre) la segregación étnica del territorio. Es mujer en un entorno quizá un centímetro más machista que el nuestro: sabe que su acceso a la representación política le costará más. Además, estudió artes visuales.

Estas distinciones conforman cuatro estratos a los que Julieth Morales se ha acercado con el interés de trazar, reconocer, borrar y exacerbar puntos de contacto o rechazo entre las cultura mestizo-arribista colombiana y Misak. A partir de ahí, se enfoca en comprender la configuración de su identidad desde una perspectiva más sofisticada que la formulación bobalicón-esencialista de su régimen ontológico (“¿quién soy?”). En otras palabras, más que la autocontemplación de su propia herida narcisista, promueve el reclamo (“¿por qué estoy aquí, por qué se me exige llegar hasta allá, por qué es tan difícil largarme de acá?”).

De ahí que se haya esforzado el doble por reconocer los estatutos de la cultura de origen de sus ascendentes, las maneras en que ellos negociaron (o no) con el orden político mestizo y el modo en que ella incorporó esos mandatos. De igual modo, no deja de subrayar el hecho de que nacer mujer y estudiar artes occidentales en ese entorno le impone una particular manera de construirse como autora: desde dos perspectivas aparentemente disímiles, sabe que ambos contextos buscan asegurar rígidamente el ejercicio de su vida pública. Mujer Misak o mujer artista, reglas por todas partes.

Por eso mismo, su obra es poco amigable con el espectador mestizo de mirada centroeuropeizada, acostumbrado a satisfacerse en la representación de personas ajenas a su cultura mediante expresiones de amistad hipócrita. Más que actuar para miradas genéricas el cliché del asesinato del padre vía performance documentado, cuestiona en retrospectiva la educación de que fue objeto, analizando y deconstruyendo los principios que ha reconocido en una doble vía de interpretación: comprende que gracias a ellos pudo conformar cierto tipo de crecimiento cultural, pero también sabe que fue objeto de la imposición de varios límites. También sabe que por esto puede ser objeto de rechazo en cada lugar y lo asume. No se hace la sorprendida-ilustrada. Por eso, desteje tan bien.

Texto de Guillermo Vanegas.


Por el ojo de una aguja

El trabajo de Luz Adriana Vera (Pamplona, 1992) se estructura a través de cuestionamientos y exploraciones del cuerpo sexuado, de aquel cuyas sexualidades están en constante tránsito y redefinición. Su obra explora el impacto de los discursos de poder sobre la visibilidad, agencia y dignidad de esos cuerpos, con especial énfasis en la impronta de la tradición judeocristiana y su rechazo de una sexualidad plural, deseante y material.

Por el ojo de una aguja es un proyecto que retoma estas preocupaciones, al tiempo que se constituye como un ejercicio de exploración de un lenguaje propio, en maduración y evolución constantes. Vera propone una instalación, compuesta de hilo de coser y hostias sin consagrar, que consume e invade el espacio expositivo. El resultado es un cuerpo simultáneamente robusto y delicado, inserto e inconveniente para los demás cuerpos que intenten atravesarlo, explorarlo, penetrarlo, conocerlo y juzgarlo.

La combinación y el uso de la hostia—el cuerpo de Cristo en la tradición Católica—y  la costura—la técnica artesanal que era enseñada a las mujeres para, entre otras cosas, prevenir y controlar el deseo sexual de un cuerpo ocioso—materializa las tensiones y la opresión que genera un discurso que, como este proyecto, invade el espacio común y se suspende, vigilante, sobre los cuerpos que allí transiten. La instalación incluye también un video performance , en el que la hostia se sobrepone al cuerpo de la artista hasta ocultarlo casi por completo y, de paso, eliminar cualquier rasgo identitario que pueda leerse como manifestación de diferencia e individualidad.

La minuciosidad del trabajo de Vera–y de esta instalación en particular–recuerdan, por un lado, el cuidado, la paciencia, el tiempo y la perseverancia que ciertos discursos de poder necesitan para consolidar su omnipresencia. Por otro, resaltan la importancia de considerar la obra de la artista dentro de los marcos mismos que proporciona su propio cuerpo. Lo que para un espectador desprevenido podrían parecer ecos visuales de exploraciones, por ejemplo, del modernismo y la abstracción en sus vertientes Latinoamericanas; para Vera se trata de una respuesta localizada en su propio cuerpo atravesado y moldeado por discursos operantes en el contexto de su consolidación como sujeto. Es la artista quien minuciosamente perfora las hostias para introducir los hilos que las conectan unas a otras y a la galería; es su movimiento en el espacio—de la sala, pero también el espacio geográfico entre Pamplona, su lugar de residencia, y Bogotá—la grilla que hace legible su propuesta.

Por el ojo de una aguja es el resultado de una colaboración tripartita entre la artista, la institución y el equipo curatorial. Espacio El Dorado invitó a de Cabeza curaduría a participar del proyecto y trabajar con la artista en el desarrollo de una obra nueva. Durante cerca de 6 meses, los curadores y la artista intercambiaron ideas, referentes y lecturas, siempre alrededor de la propuesta plástica de Vera, cuyo proceso solo terminó al finalizar el montaje de la muestra—permitiendo así, la participación del azar en su construcción—.

Texto de de Cabeza curaduría.